05 diciembre, 2013

La conversión de Claudel

Paul Claudel, que nació en ambiente cristiano y perdió la fe, la recupera en las Navidades de 1886, en Notre-Dame, ante una imagen de la Virgen. Rezó ante Ella las más hermosas y sencillas palabras. Esperaba una respuesta y, por fin, escuchó de sus labios cerrados las palabras sin voz tanto tiempo buscadas. Así es como nos cuenta Paul Claudel su reconquista de la gracia: “Detrás de mí tenía el último rayo de sol y delante sobre el altar, la imagen ligeramente iluminada. ¿Por qué, de repente,mientras las cuentas pasaban entre los dedos y las avemarías entre los labios, me encontré extrañamente atento al brillo de la orla de su manto? El último rayo de sol subía por la túnica a pequeños saltos. Llegó hasta el pie desnudo del Niño, que Ella sostiene en su brazos; más tarde alcanzó su corazón –como queriendo cortar sus latidos -, y siguió subiendo mientras que yo, cuenta tras cuenta subía también con ella. Los dos juntos, el rayo de sol y el avemaría de mi rosario, han llegado hasta los labios que se callan para escuchar. Y ahora - tanto como lo permiten mis ojos cansados -, distingo su rostro, un rostro iluminado por el sol que hay detrás de mí y por mis palabras, sin cesar repetidas como un balbuceo dc follaje interpuesto”. Para vivir la religiónno es menester taparse los ojos, ponerse enfermo, mantenerse en un rincón y amputarse tres o cuatro facultades humanas. En realidad es una cosa tan amplia como la bóveda estrellada en donde se respira a pleno pulmón. Es el incrédulo el que no dispone de un mundo reducido. Este canto a la fe es del mismo poeta.” ( Tomado de “Siempre alegres”, de Jesús Urteaga, y copiado en honor de María Inmaculada, en la proximidad de su fiesta)