Como anillo al dedo
Con alegría doy paso a unos párrafos de “Vivir la misa” de Javier Echevarría:
“Divinizados y fortalecidos mediante la participación en la Santa Misa, lancémonos con decisión a un apostolado audaz y confiado. A los cristianos , el Señor nos envía a todas las gentes, como en los primeros momentos de la Iglesia, con la potencia del Espíritu Santo (Mt 28, 19,20; Mc16,15-18). El Paráclito infunde y sostiene en nosotros esa “santa inquietud de Cristo” a la que se ha referido tantas veces Benedicto XVI desde los primeros días de su pontificado. Para quien se sabe y se siente apóstol, “ no es indiferente que muchas personas vaguen por el desierto”, por los lugares áridos de la lejanía de Dios y de los hombres, nuestros hermanos. Como resumía el Papa, “hay muchas formas dee desierto: el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el desierto el abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores”.
“Solo el Espíritu Santo – sigue diciendo Javier Echevarría - que es “Señor y Dador de vida”, puede lograr que esas tierras de sequedad espiritual se conviertan en oasis donde vuelva a germinar y a florecer la riqueza sobrenatural que nos ha sido concedida;esa vida que con la gracia, nos vuelve también más humanos.”.
Como anillo al dedo me van a mi estas palabras verdaderas. Ayudan a despertar de la modorra veraniega.
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