20 mayo, 2008

Corros de niñas al sol

Se han abierto los dos capullos de rosa que me ha traído Marta esta mañana cuando ha venido a desayunar. Están preciosos junto a la Virgen sedente de nogal sobre la columna jónica de madera que heredé de mis mayores.

Esta mañana he ido al oratorio de Guadalaviar, el Colegio de mis nietas, a rezar un rato. Como era la hora del almuerzo las niñas estaban en el jardín. Me ha sorprendido el verlas, niñas entre los trece y los dieciséis años, sentadas en el suelo en corros pequeños comiéndose pacíficamente su bocadillo al sol. He recordado mis recreos de niña. Las deportistas jugaban a balón bolea o a partido revuelto y las que no lo éramos paseábamos por el jardín cada cual con su pequeño grupo o con su amiga del alma. Estas guadalaviaras sentadas en corro sin profesora alguna, hablando libremente de sus cosas, me han traído por contraste esos versos de Gabriela Mistral
“Corro de niñas / corro de mil niñas a mi alrededor.
Oh¡ Dios yo soy dueña / de este resplandor” ,
que nunca me gustaron. Nadie es dueño de nadie. Las almas son de Dios. Otra cosa es sentirse responsable de la siembra que en ellas puede hacerse para que en lugar de ser terreno baldío den en sazón fruto abundante

En la lectura de la mañana acabé el “Libro de la Sabiduría”, que no me ha gustado y el “Libro de Ester”, que es la mar de entretenido. El rey Asuero y la asustada y valiente reina Ester, los conocía ya cuando con siete años nos contaba la Madre Paula la Historia Sagrada. He empezado el “Libro de los Macabeos”, que pinta bien.