Mi padre
Cuando llega el 18 de noviembre, ese mes que mira a la eternidad y en el cual me casé, me acuerdo especialmente de mi padre que murió ese día en el año 57. Supongo que así tiene que ser.
Benedicto XVI, cuando era cardenal iba todos los años a su tierra bávara a visitar las tumbas de sus padres y hermana. Al entierro de su hermana María, su ama de llaves desde siempre, que le gustaba llevar delantales y tener la casa agradable acudieron la mayor cantidad vista de cardenales y arzobispos. Lo cuenta Peter Seewald en “Una mirada cercana” así como que María, con su sencillez habitual mantuvo al Cardenal Ratzinger con “los pies en tierra” y ayudó a éste a defender la fe de las personas sencillas, contra las pretensiones e los intelectuales. Dato este que me resutó grato saber.
Benedicto XVI hablando de su padre dice que era reflexivo, honrado, voluntarioso y libre y de una religiosidad profunda que lo marcó en la vida. Y que con los años llegó a quererlo más que a su madre. A mi también me marcó la honradez y la religiosidad del mío. A pelo viene el Salmo que dice:
“Señor Tu has sido nuestro refugio de generación en generación.”
Mi `padre quiso tener hijos varones. Dios no se los dio. Pero murió el día de la Dedicación de las Basílicas de San Pedro y San Pablo. Pedro y Pablo
iban a ser los nombres de dos de sus nietos. Logicamente al elegirlos no se pensó en ello, simplemente resultó y caer en la cuenta, alegra.
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