10 octubre, 2006

El milagro de Calanda

"Miguel Pellicer / vecino de Calanda,
tenía una pierna /muerta y enterrada

Dos años y cinco meses / cosa cierta y aprobada,
por médicos cirujanos / que la tenían cortada "

Hasta aquí llega mi memoria. Memoria gozosa que me trae el canto de mi madre, cuando, de excelente humor, la emprendía con la “Oración a María Santísima del Pilar” que cuenta el “Milagro de Calanda”. Las madres deberíamos cantar más, para futuro regocijo de nuestros hijos. Trataré de relatar brevemente dicho milagro. Para ello me serviré del libro que sobre dicho milagro escribe Miguel San, perteneciente a la biblioteca de mi padre salvado, quizá para poderlo contar ahora el milagro, de los sucesivos escrutinios que sufren las bibliotecas al pasar de padres a hijos.
Hay también una versión moderna del mismo: “Tres milagros para el siglo XXI” de Francisco Ansón, libro que tras leerlo regalé a las Carmelitas Descalzas de Caudiel, por lo que me valdré solo del libro del catedrático de Zaragoza

El 25 de marzo de 1617 nació en Calanda, de Miguel Pellicer, el primer hijo de Miguel Pellicer y María Blasco, labradores que luego tuvieron cinco hijos más. La pobreza de su casa le obligó a salir de ella a los 19 años para ganarse la vida en Castellón, en casa de su tío Jaime Blasco. Allí la rueda de un gran carro le pasó por la pierna derecha y se la fracturó. Su tío le envió al hospital de Valencia, su ingreso consta en el archivo del mismo. Después de una corta estancia en él, fue enviado con pasaporte y de limosna, al Hospital General de Ntra. Sra. de Gracia en Zaragoza donde ingresó a primeros de octubre de 1637. El Licenciado Juan de Estanca, “que es – dícese en el proceso- uno de los más prácticos de dicha ciudad y hospital”, visto el estado de la pierna decidió su amputación, cortándosela cuatro dedos más abajo de la rodilla. Salió del hospital con una pierna de palo, que por no haber hecho callosidad la herida le molestaba mucho, y una muleta yendo como pudo al templo del Pilar a darle gracias a la Virgen de haber salido con vida. Dos años y medio permaneció en Zaragoza pidiendo limosna en una de las puertas del Pilar, la cercana al altar de Ntra. Sra. de la Esperanza. Miguel Pellicer, Se encomendaba a la Virgen y le pedía que pudiera ganarse la vida, además se ungía a diario el muñón con el aceite que ardía en la lámpara de la Santa Capilla. El cirujano lo supo pero aunque ello podía impedir la cicatrización de la herida, no le disuadió de hacerlo por no quitarle la devoción a la Virgen.

Cansado Miguel de aquella vida miserable y deseando ver a sus padres, llegó en carro, de limosna hasta Fuentes, a pie y con gran trabajo hasta Quinto a y luego en borrico hasta Samper de Calanda. Allí, ya sin fuerzas, avisó a sus padres para que fuesen por él. Llegó a Calanda el mes de marzo de 1640. El 29 de marzo de ese año después de ayudar, como podía en el trabajo de labranza de sus padres, entre las diez y las once de la noche, estando a la lumbre Miguel con sus padres y dos vecinos, Miguel Borrachina y su mujer, dijo que estaba muy cansado y le dolía la herida y se fue. Se Quitó la pierna de palo, Miguel Barrachina y su mujer vieron una vez más tocaron la cicatriz de la pierna cortada. Arrastrándose llegó hasta el dormitorio de sus padres donde a los pies de su cama le habían puesto un camastro (la cama de Miguel estaba ocupada por un soldado de los muchos que el pueblo había tenido que alojar).Al entrar sus padres a acostarse vieron estupefactos, a la luz del candil,, que salían dos piernas con sus correspondientes pies, fuera del camastro del mozo. Los vecinos Miguel Borrachina y su mujer fueron entre otros testigos en el proceso de aprobación del milagro.

El hecho aparece referido en un “Acto Público” en los folios del 66 al 73 del Protocolo notarial de Miguel Andreu, vecino de Mazaleón, que el 5 de abril de 1640 fue a a Calanda requerido por el Rvdo. Doctor Marco Seguer, Rector Parroquial de la Iglesia de Mazaleón. No habían pasado más que dos meses cuando el crítico e historiador Dr. D. José Pellicer y Tovar en su Aviso de 4 de junio de 1640 hace mención de que “buscada la pierna en el sitio que se enterró –el cementerio del Hospital de Ntra.Sra de Gracia en Zaragoza –no se halló señal alguna de ella”.
En 1642 se imprime en Madrid este milagro escrito en latín por Petrus Maurath, médico alemán y ese mismo año se imprimió en francés en los Países Bajos y lo hizo publicar en Munich el Conde de Peñaranda, dando el siguiente testimonio:”Santa y religiosamente juro que vi con mis ojos al joven nombrado; que le dí limosna, toqué las piernas y en él veneré la potencia y misericordia de Dios, ,etc. Y lo firmo así –Gaspar de Bracamonte, Conde de Peñaranda.

Muchos mas testimonios aduce el autor del libro del Proceso de aprobación del milagro de Calanda, así como publicaciones en distintas lenguas aludiendo al hecho. Baste lo dicho y sea en honor y gloria de la Virgen del Pilar, que según la tradición, la tierra aragonesa se dignó visitar