27 marzo, 2006

Soneto

Las cosas claras, Dios, las cosas claras.
¿A caso te pedí que me nacieras,
que de dos voluntades verdaderas,
de barro y llanto, Dios, me levantaras?

Acaso te pedí que me dejaras
En mitad de la calle – en las aceras
se apiñaba la vida – y que te fueras
y que con tu desdén me atropellaras?

Palabra que no sé por lo que peco.
Palabra que procuro, más en vano,
llenar tu hueco, rellenar tu hueco.

Pero soy nada más Carlos Murciano.
Ni hombre ni nada, Dios, sólo un muñeco
Que se mueve en la palma de Tu mano.


(Desde la carne al alma. Hablando claro)
Carlos Murciano, 1931)