La catedral de Guadix
“La catedral, bella, artística, rica, gobernada por insignes prelados y sabios cabildos, descollaba sola entre escombros romanos, arábes y semifeudales. La Catedral era el único palacio habitado; el único poder que conservaba su primitivo esplendor y su magnificencia; el alma y la vida de Guadix. En ella recibí mis primeras impresiones artísticas. Ella me dio idea del poder revelador de la Arquitectura; allí oí la primera música, allí admiré los primeros cuadros. Allí también en las grandes solemnidades brillaron ante mi vista portentos de lujo (el tisú, el brocado, el oro, la pedrería) ora en cálices, custodias y andas, ora en las vestiduras. Allí, entre nubes de incienso, al fulgor de millares de luces, al son del órgano, escuchando las concertadas voces de los cantores y los gemidos de los violines de la capilla… entreví el arte, soñé la poesía, adiviné un mundo diferente del que me rodeaba en la ciudad. Y museos, teatros, monumentos arquitectónicos, conciertos, alcázares dorados, espectáculos brillantes, todo cruzaba por mi imaginación como una profecía (…)todo se me revelaba, a la manera que los fulgores de la gloria brillan ante los ojos de los bienaventurados.”
( Pedro Antonio de Alarcón 1833)
Lo transcrito va en honor de mi amiga Josefina, cuya casa estaba pegada a la catedral.
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