Francisca
Hoy salgo con Francisca. Lo hacemos solo un par de veces al año porque ella “no puede echar la tarde, así como así”.Quedamos a las seis en la Basílica de la Virgen y de allí nos vamos a confesar a San Juan del Hospital, donde siempre hay sacerdotes dispuestos y con los que se puede explayar a gusto. Además, Francisca no se confiesa en su parroquia porque le da vergüenza. Oímos misa, y después a tomar un buen chocolate con churros. Una tarde estupenda, que deberíamos menudear más. Pero Francisca, que siempre está “atascá” con lavadoras, casa y guisos porque, a sus setenta años, tiene tres hombres a su cargo: marido e hijos, cuando alguna vez trato este tema, ella, que no sabe leer ni escribir y empezó a trabajar a los doce años como “criada” o “muchacha”, que así se llamaban, me recuerda el catecismo: “ Confesarse a lo menos una vez al año, o antes si hay peligro de muerte o si ha de comulgar”. Y de ahí no salimos. Por eso cuando ayer me llamó, me alegré y además caí en la cuenta de que lo hacía o el día de su santo (3 de octubre : San Francisco de Borja) o la víspera del mismo (4 de octubre: San Francisco de Asís). Ella no sabe cuando es ni por supuesto se sabe el santoral . Quien trama esta vida, para que la vivamos, también ha previsto otro regalo en su santo: un Corazón de Jesús, al que a había echado el ojo en la casa que iba a limpiar, los herederos de su dueña, mediante su reclamo, se lo han dado.
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