Seguimos con Edith
Más tarde Edith tuvo otra experiencia orientadora: su amigo Reinach y le encargaron ordenar si herencia filosófica. Para ello tenía que vistar a su víuda que era católica porque ella siendo atea no sabía como consolarla. Sin embargo en lugar de encontrarse con una mujer triste y desesperada. Se encontró con una mujer llena de paz dispuesta a aceptar su dolor como voluntad dee Dios. La joven viuda dejó muy pensatiuva a Edith cuando le explicóQue sacaba fuerzas de la fe en Jesucristo crucificado que resucitó. “En ese mometo semtí que mi incredulidad se hundía, y yo vislumbré por primera v ez la fuerza de la Cruz”. Empezó a leer con mucha atención el Nuevo Testamento zaunque todavía no tenía fe. En 1918 se separó de Husserl porque su filosdofía le pareció estrecha – a pesar de su método genial - como un callejón sin salida que no le llevaba a la verdad tan desada. En 1920, pasa por una profunda crisis interior. Le pregunta a un judío conocido por una imagemn de Dios y le dá una respuestabreve: “Dios es espíritu: Más no se puede decir.”. La apasionada filósofa se sintió decepcionada: “Me sentía como si me hubieran dado una piedra en vez de pan para comer”. Tampoco le bastaron las ideas explicaciones del filósofo danés Kierkegaard, cuyas ideas sobre el cristianismo había estudiado con interés. El acontecimiento decisivo para la conversión de Edith tuvo lugar durante unas vacaciones en el pequeño pueblo deBergzabern. Se encontraba en casa de su amiga Hedwig Conrad – Martius. Una tarde que estaba sola, buscó un libro para entretenerse y sacó la autobiografía dee Santa Teresa de Jesús. La leyó con verdadero entusiasmo durante toda la noche y al final pensó: “Esta es la verdad”. Había encontrado al Dios vivo y personal, bueno y misericordioso, que invita a todos los hombres a una vida de amor.En seguida se compró un catecismo católico, lo estudió por su cuenta y después de terminar esta tarea, entró en una Iglesia, participó de la Santa Misa y piudió al sacerdote ser bautizada. Algunos meses más tarde, el 1 de enero de 1922, fue recibida en la Iglesia católica. “Mis ansias por conocer la verdad eranuna única oración”, confesó reflexionando sobre los años anteriores al bautismo, en los que buscaba el sentido de su vida con tanto afán y dolor. Desde ese momento Edith tuvo el deseo de entrar en la Orden de Santa Teresa.
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