La mesa
Yo no tenía una granja en África, pero tenía una mesa hermosa y señorial de mi bisabuelo.. Mesa de despacho que restauré y a la que puse – craso error – un grueso cristal para protejerla. Sobre ella había algunos libros, mi portatil y un gran quinqué de plomo que, encendido, daba luz a una talla de la Virgen que estaba, junto a la ventana, a la derecha de la mesa, sobre una esbelta columna de madera de capitel corintio, también heredada. Así ha estado durante veinte años dando “caché” a mi salón y prestando servicio. Pues bién, hace dos días fallaron sus poderosas y labradas patas, la mesa se deslizó a la derecha y al embestir contra la columna, ésta se partió de modo irrecuperable. Gracias a Dios en ese momento aunque el ordenador estaba encendido no había nadie utilizandólo. Nos salvamos los cuatro que habitualmente lo utilizamos, al menos de una fractura de femur, dado el volumen de la mesa que se desplomó. Curiosamente el quinqué y el ordenador sufrieron daño alguno. La mesa acabó sus días como un perro junto a su amo - mi hijo mayor estaba de pie a la izquierda de ésta- después de llevar a cabo un servicio heroico. Total: buena ocasión para practicar el desprendimiento y dar a Dios por su providencia: “hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados”. Ahora me queda conseguir dos buenos mozos que bajen lo que queda de mesa, las patas ya las bajé yo. Hay otra mesa bonita bajo la ventana, también de hule verde ribeteada en dorado. Se la regaló mi amiga Mary Luz a mi hijo Juan, estaba en casa esperando que éste se la llevara, pero la heredo yo. Todos estámos más contentos: al ser mucho más pequeña, no cabe el desorden y además el cuarto de estar ha ganado espacio. No hay mal que por bién no venga. Y de este modo, Mary Luz es, de alguna manera, “complice” de mis escritos.
1 Comentarios:
Rosa,
¡ El Señor hace nuevas todas las cosas ! Su escrito lo demuestra. Resulta que de un accidente sólo saca vd. ventajas y buenas nuevas.
Yo ante el accidente, y aún habiendo mesa de repuesto, hubiera puesto el grito en el cielo, ante el más que presumible deseo de mi santaseñora de dirigirnos a la, mayor prontitud, a la delegación más cercana de esa famosa tienda, de origen nórdico, de venta de casi muebles. Cosas de maridos recelosos.
Saludos.Misael
Publicar un comentario
<< Home