03 mayo, 2005

Las cruces cubiertas de flores

Hoy hablaré de Chesterton. Recordarle siempre es grato pero esta vez me trae su recuerdo las cruces de mayo. No ha mucho que Fernando Savater, escribiendo un ensayo sobre él con motivo de la aparición de la “Breve historia de Inglaterra”, libro jugoso, como todos los de su autor, aparecido recientemente en “Acantilado” decía hablando de Chesterton: “ Cuánto escribió está tocado por una combinación irresistible de arrobo y picardía que nos pone a su lado queramos o no, mientras estamos en su compañía. Siempre cerramos sus libros con una sonrisa y un suspiro de satisfacción: hemos hecho ejercicios espirituales y eso es, a fin de cuentas, lo que significa en la más noble de sus acepciones el verbo leer”. Hoy, día de la festividad de la Invención de la Santa Cruz, en el que quizá nos veamos alegremente sorprendidos por el encuentro con alguna cruz recubierta de flores, viene al pelo recordar ese pasaje de “La esfera y la cruz” en el que se nos cuenta que hubo un hombre que opinaba que la cruz, símbolo del cristianismo era un símbolo de barbarie y no podía sufrirla. Empezó por no tolerar un crucifijo en su casa, ni siquiera pendiente del cuello de su mujer. Después fue haciéndose cada vez más violento y excéntrico; quería derribar las cruces de los caminos…. Trepó al campanario de su parroquia y arrancó la cruz blandiéndola en el aire. Volviendo a su casa una tarde de verano arremetió contra una empalizada interminable porque la vio como un ejercito de cruces ligadas unas a otras. Cuando llegó a su casa estaba completamente loco. Allí vio que la cama las sillas, los tabiques estaban hechos de cruces. Pegó fuego a la casa…En el río lo encontraron.