El Papa ha muerto
El día 2 de abril, sábado a las 9:37 de la noche moría Juan Pablo II. Es el Papa de mi madurez. Durante el tiempo de su agonía escribí a Levante, un periódico local, la carta que transcribo y que me la han publicado hoy. Sobre el Papa mucho podría escribir. Estuve en Valencia en el 82 en la gran concentración del Paseo de la Alameda y en Madrid en el de la Castellana cuando gritó con fuerte voz: “¡el matrimonio es indisoluble¡”. Desde entonces ¡cuántos matrimonios rotos¡ pero no cara a Dios, que es lo que importa, porque las cosas son en realidad como Él las ve. Entonces, recién empezado su pontificado se le empezó a cantar “Juan Pablo II, ¡te quiere todo el mundo¡”. Después de casí 27 años de pontificado la realidad ha hecho verdad la canción. Cuando abandonaba Madrid en su último viaje a España se le cantó, como tantas veces: “Algo se muere en el alma cuando un amigo se va”. Se quedó sin madre a los nueve años… cuánto cariño le ha dado Dios por nuestro medio. Antes de transcribir la carta, quiero apuntar que ese día, el de su muerte, el salmo que tocaba leer en la misa, era un salmo enardecedor: “Hay cantos de Victoria en las tiendas de los justos”.
Estamos todos en Roma
Soy una mas de los muchos conmovidos por la agonía del Papa. No es posible dormir, no es posible concentrarse, no es posible estudiar, las piernas se nos van junto a los sagrarios porque necesitanos rezar y buscar la compañía de Dios y también la compañía de los hermanos. Por eso se llena la plaza de San Pedro. Estamos todos en Roma aunque no estemos allí. Ha sido una gran privilegio que su vida acompañara las nuestras y se nos metiera en el corazón y en la cabeza, en él hemos visto mucho de difícil olvido. Recuerdo la gran foto suya con que me publicaron en Levante una carta, que con ella tenía visos de artículo, en los días felices de su viaje a España. ¡Que buenos días pasamos en noviembre del 82, pegados al televisor viéndole y escuchándole¡ Entonces era un hombre espléndido, de gran atractivo físico, el atleta de Dios. Le cuadraba bien ser el representante de Cristo en la tierra, y se hacía fácil recordar las dulces jornadas de Galilea en las que las muchedumbres, oyendo al Señor, que pasó por el mundo haciendo el bien, se olvidaban hasta de comer. Ahora le hemos visto en la cruz, hemos visto su gesto de dolor al asomarse a la ventana de su apartamento para bendecir que trae a la cabeza esas palabras de la Escritura ¡Oh vosotros los que pasáis por el camino: mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor¡ ( Lam 1,12) . Su gran deterioro físico, no ser sombra de lo que fué, nos recuerdan esas otras del Profeta Isaías: No hay en él parecer , no hay hermosura que atraiga las miradas, ni belleza que agrade…varón de dolores, experimentado en el sufrimiento…”. Graciás Juan Pablo II. Bendita las madre que te crió y los pechos que te amamantaron. Nos has enseñado a envejecer con valentía.
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