29 agosto, 2014

"En un jardín de Milán"

Éste es el título de un capítulo que sobre San Agustín escribe Juan Arnau en su libro “Filosofía portátil”, y cuando lo leí,me dije que en copiaría algo de él, el día de la fiesta del santo (28 de agosto) “En carta a Romaniano cuenta Agustín que “repentinamente aparecieron estos libros sustanciales (…) que provocaron una increíble llamarada, ante la que palidecían los relumbrones de la fama”.Y recordando su época entre los maniqueos escribe: “entonces mi alma estaba viciada.No sabía que si quería participar en la verdad debía ser iluminado por otra luz, pues la mente no es la esencia de la verdad “. Por aquel entonces tenía mi espalda vuelta a la luz y mi cara hacia las cosas iluminadas por ella, por eso mi cara permenecía en sombra.” El rostro del hombre (su alma) empieza a interesarla más que el paisaje (las cosas) (…) Es el verano del 386 y el episodio íntimo será uno de los mejores documentados de la Antigüedad. A finales de agosto, estando con Alipio, recibe una visita de un compatriota africano, un hombre piadoso que encuentra sobre la mesa de Agustín los textos de Pablo de Tarso. La presencia de los libros anima al forastero a contar la historia de Antón Abad, monje cristiano y fundador del movimiento eremítico que ha establecido en Egipto diversas comunidades. Mientras escucha el relato, Agustín se contempla así mismo y se horroriza con lo que ve. Han pasado muchos años del descubrimiento del “Hortensio” y todavía sigue “sin juicio y sin cordura, falto de corazón, revolcado en el cieno de la carne y de la sangre”. Se aparta de la compañía de Alipio y se retira a un pequeño huerto contiguo a la vivienda. Allí se inicia un arduo combate. El lance parece un trance: “ Me arranqué los cabellos, me herí la frente (…) me apretaba las rodillas”. Se le aparecen las bagatelas y vanidades de sus viejas amigas, que tiran de las vestiduras de su carne susurrándole al oído: “¡de veras vas a dejarnos?” La contienda atraviesa su corazón y a la tempestad sigue una copiosa lluvia de lágrimas. Finalmente se arroja bajo una higuera y grita con voz lastimera: “¿Hasta cuando ha de durar el que diga yo “mañana, mañana”?”. En ese instante oye en una casa vecina la voz de un niño que dice repetidamente: “Toma y lee”. Se dirige a su mewsa y abre al azar las épístolas de Pablo: “Revestíos de vuestro Señor Jesucristo y no empleéis vuestro cuidado en satisface las necesidades del cuerpo. “ La conversión se ha consumado.” Creo que ha valido la pena tomarme este curro.

28 agosto, 2014

Santa Mónica

“Santa Mónica la viuda, madre de San Agustín..” así empezaba una oración disparatada que me enseñó mi abuela Alcañiz, un mes de agosto, cuando era niña, y me alegra recordarlo. Y tal como ha salido esta entrada, no puedo menos de insertar en ella un versito que quizá regocije: “El cura de Alcañiz, a las narices llamaba la nariz / y el cura de Alcañices, a la nariz llamaba las narices. Y vivían felices, el cura de Alcañiz, y de Alcañices”. Madre del Amor Hermoso qué buenos recuerdos de la casa de Alcañiz de mis abuelos, fundidos con los que a su vez tenía mi madrecundo jugaba en con otras niñas en el castillo de la Concordia, saltaba insensatamente cantando: “la Virgen se tiró y no se mató, yo me tiraré y no me mataré”, la posibilidad de romperse una pierna no la contemplaba. Pero centrémonos: hablaré de San Agustín, el día de Santa Mónica. Las madres debemos ceder protagonismo a los hijos. Elijo ésta frase de San Agustín: “Guarda el orden, y el orden te guardará a ti”, aconsejo archivarla en memoria. Y respecto al orden siempre oigo con un asentimiento alegre esta oración de la misa: “Señor: ordena en tu paz nuestros días, librános de la condenación eterna y cuentános entre el número de tus escogidos”. Oración breve, humilde y eficaz; en ella está dicho cuánto un hombre puede desear. Y al oírla viene a veces a mi cabeza esa frase de mi madre dicha con convencimiento, refiriéndose a su familia: “nosotros hemos sido siempre gente de orden”. Aunque no creo que ese orden fuera el mismo del que trato aquí. Ha salido mi madre hablando de Santa Mónica, aunque ella no tuvo varones a su cargo a quienes convertir a base de lágrimas y oraciones. “No se puede perder hijo de tantas lágrimas”, le dijo un día San Ambrosio, Arzobispo de Milán, que el pobre debería estar harto de que Mónica le fuera siempre con el mismo disco. Que ella, a la que tan bién le fueron las cosas con su hijo Agustín nos eche una manita a las que si los tenemos.

24 agosto, 2014

Seguimos con los libros

Ayer me compré el libro “Confesión”de Tolstói. Procurp comprar los libros a posteriori, primero los leo y si merece estar en mi biblioteca, hago el desembolso, éste 13 euros. En la fajita azul que rodea u libro exitoso, además de aclarar que era la Sexta Edición, figuraba una frase de Wittgenstein: “ Las palabras de Tolstói acuden a mi mente una y otra vez. En su momento fué esta obra la que realmente me mantuvo con vida”. Aunque me alegre de que esto fuera así, creo que es mucho más sabio y práctico que nos vengan con facilidads palabras de le Escritura. Son éstas las que conviene retener y saber de memoria a fuerza de haberlas leído miles de veces. Esto han hecho los santos que a fin de cuentas son “los pocos sabios que en el mundo han sido”, y esa familiaridad con la Escritura, se echa de ver en todos los grandes escritores de nuestra cultura occidental. Y como ya es costumbre doy casi al azar una cata del libro adquirido, en el que Tolstói trata de averiguar el sentido de su vida, tras haber perdido la fe en la que le instruyeron de niño, y haber llevado una vida disoluta en la que la idea del suicidio le ronda. “…Recordé que solo vivía en los momentos en que creía en Dios. (…) me decía: para que yo viva me basta con saber que Él existe; me bastaría olvidarlo, dejar de creer en Él para morir. ¿Qué son esos renacimientos y esas agonías? Está claro que me habría matado hace mucho tiempo si no tuviera la vaga esperanza de encontrarle. Solo vivo verdaderamente cuando le siento y le busco. “Entonces, ¿qué sigo buscando todavía”, gritaba una voz dentro de mí. A Él, a aquel sin el cuál es imposible vivir. Conocer a Dios y vivir son la misma cosa: Él es la vida”. Y Lev Tolstói continúa en su diálogo consigo mismo diciendose: “Vive buscando a Dios y ya no habrá vida sin Él ”. Y con más fuerza que nunca una luz brilló dentro de mí y alrededor de mí, y esa luz no me ha abandonado desde entonces.” León Tolstói, nació un 28 de agosto festividad de San Agustín…y tras una larga vida, murió el 20 de noviembre, el mes que mira a la eternidad.

19 agosto, 2014

De regreso y con noticias

He pasado diez días en “ La Virgen de la Vega” (Teruel) y la verdad es que han sido bonitos y fecundos. Nada como apalancar la unión con Dios y la vida familiar, he visto mucho a hijas y nietos, sabiendo además que aquí no hace nadie nada positivo sin que ello contribuya a mejorar el mundo. Cuando me iba de vacaciones, que siempre tiene su puntito, alguien que me conoce y me quiere bien, me dijo: “Ora et Labora”, y especifico: “y para ti, laborar es leer”. Le he hecho caso. Y paso a contar de mis lecturas, que a alguien puede venirle bien. De lectura espiritual leo, como ya dije, “La fidelidad” de José Morales, editado por Rialp, un libro estupendo. Es grato ver esplendidamente expresado lo que una sabía ya de pequeña por intuición y por el Catecismo.Y en cuento a literatura, el libro estrella ha sido “Confesión” de Lev Tolstoi, de “Acantilado”. Nos cuenta en pocas páginas su búsqueda de Dios. Lo disfruté, y como otras veces leyendo a Unamuno, me hubiera gustado entablar sobre el tema un diálogo con él: no siempre los genios están por encima de una. Y para probar ese aserto, por otro lado de sentido común, tengo hasta una frase de la Escritura que no mencionaré. Empecé a leer “El doble” de Dostoievky- que escribió a los 25 años – lo disfrutaba hasta que aparece “el doble” del protagonista, me olí una esquizofrenia y lo dejé. Ésta mañana al ir a devolver los libros a la Biblioteca me he encontrado con una buena lectora que me ha dicho: “ lo leí hace muchos años y es muy divertido”. Estoy leyendo y me gusta: “Todo fluye” de Vasili Grossman. Así como también disfruto la lectura de “La fórmula preferida del profesor”de Yoko Ogawa, un libro humano y poético. Seguremos hablando de libros,..y de otras cosas.